A finales de junio del año pasado recibí una llamada de Antonio. Resulta que su coche había empezado a hacerles el tonto y habían pensado en cambiarlo de cara a las vacaciones de verano.

Eso le llevó a llamarme para ver las condiciones que tendrían si lo financiaban con un préstamo. Así que quedamos en vernos para desayunar al cabo de dos días y analizar qué le podía proponer.

Antonio y África son abogados y tienen tres niños. Son una pareja que se gana muy bien la vida.

Y digo esto porque básicamente ganan más de lo que necesitan para vivir, cosa que les permite tener un colchón para el futuro.

Cuando comenzamos a trabajar juntos, hicimos acciones en varios frentes.

Primero montamos un colchón de seguridad en dos niveles para reducir la volatilidad de ingresos que les supone ser autónomos los dos.

Luego hicimos un análisis de la jubilación y la estructuramos para que no tuvieran sustos el día de mañana.

Finalmente comenzamos a ahorrar en vehículos de inversión con distintos horizontes temporales para los estudios de los hijos, reformas en la casa etc.

Al cabo de los dos días me presenté con una propuesta de préstamo sensiblemente mejor que las que obtenía en otras entidades. Hicimos cálculos, comprobamos el importe a solicitar y nos disponíamos a hacerlo cuando le dije:

– “¿Y por qué no cogemos el dinero del ahorro a largo plazo que tenéis? Le vamos ganando bastante y sería como si comprar el coche con los beneficios”. A lo que él preguntó ¿Pero ese no es un ahorro a largo plazo? ¿Lo podemos tocar?

Y yo le contesté. “Pues claro, es totalmente líquido –siempre intento dentro de lo posible usar instrumentos líquidos– y es un vehículo de largo porque a largo plazo nos dará más rentabilidad, pero a corto no sabemos lo que hará. Aunque precisamente ahora nos está dando bastante”

Así que le gustó la idea y lo que hicimos fue un reembolso de participaciones para pagar el coche.

Pero además, mes y medio más tarde, el 25 de agosto de 2015, nos levantamos con la crisis de china en todos los telediarios y los mercados desplomándose.

Esa caída es algo que no preocupó en absoluto a mis clientes, que no necesitaban su dinero de momento –pues solo invertimos a largo plazo lo que puede estar a largo plazo– y que en algún caso incluso aprovecharon para comprar con precios más ventajosos.

Pero desde luego, los que si disfrutaron de aquella caída fueron Antonio y África, que vieron como medio coche les había salido gratis por haber tomado la decisión en el momento idóneo.

Ese momento nadie lo sabe. Quien se atreva a decir lo que van a hacer los mercados mañana, está equivocándose sin remedio. Pero lo que si podemos hacer es tomar las decisiones con cabeza, dejando de lado los miedos y la avaricia.

Es lo que hizo Antonio para comprar su coche y es lo único que funciona bien para gestionar nuestro dinero.

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