Pedrito es tipo genial. Simpático, divertido y ameno. Está casado y tiene dos hijos de seis y cuatro años y quiere ahorrar.
Ginecólogo de profesión, colabora como autónomo con una clínica a la que dedica el 100% de su jornada. Sus clientes están encantadas y él se gana la vida con holgura.
Bueno, o eso es lo que Pedro pensaba hasta que comenzamos a analizar sus números.
No consigue ahorrar
Es cierto que nunca ha tenido problemas para llegar a fin de mes ni ha tenido que devolver ninguna factura. Tampoco se había preocupado nunca por el dinero porque en su cuenta corriente siempre había suficiente para vivir.
El problema es que en la cuenta siempre había, más o menos, el mismo saldo. Lo que quiere decir que no estaba ahorrando nada de nada.
Cosa que es un problema porque Pedro tiene ya 50 años y como buen autónomo está cotizando por el mínimo.
Le vienen problemas
Vimos que había que hacer algo,porque si ahora no podía ahorrar con lo que ganaba, pues iba a tener verdaderos problemas para sobrevivir con los 600€ mensuales de pensión.
El problema es que no había por donde recortar. La primera vez que comentamos la situación me decía. ‘Si no tengo lujos, no puedo reducir gastos’.
Así que sacamos un extracto con los movimientos del último año de su cuenta bancaria y era cierto. No tenía lujos.
No iba a restaurantes especialmente caros, no tenía barco, ni hacía viajes suntuosos. Y sin embargo se gastaba todo el dinero que le entraba.
Cómo conseguimos ahorrar
Es cierto que la hipoteca de su casa era considerable y que el gasto en suministros era acorde con el tamaño de la casa. Pero aparte de eso no había grandes partidas sobre las que actuar. Así que lo que hicimos fue intentar pre-ahorrar.
Para ello abrimos una segunda cuenta corriente y domiciliamos en ella el cobro de las facturas que emitía a la clínica de manera mensual.
A continuación, establecimos unas transferencia periódica a la cuenta en la que tenía los gastos, por 200€ menos de lo que venía ganando con anterioridad y nos propusimos revisarlo cada dos meses.
Pasado ese tiempo, comprobábamos si la familia había tenido suficiente para vivir sin agobios y en caso afirmativo, reducíamos la transferencia en otros 200€.
El resultado, al cabo de todo este tiempo, es que Pedro está ahorrando la nada despreciable cantidad de 1.500€ al mes que hemos podido destinar a las cosas que de verdad le importan. Su jubilación y la universidad de sus hijos.
Parece mentira cómo tanta gente sigue empeñada en ahorrar con el método tradicional consistente en ir esforzándose todo el mes para gastar lo mínimo posible y ahorrar lo le queda a final de mes en la cuenta. Normalmente nada.
Hacerlo de esta manera hace que sea desagradable, penoso y poco efectivo.
Al final, la capacidad de adaptación del ser humano es asombrosa y aprovechándola, resulta que es mucho más fácil y eficiente ahorrar algo de dinero justo cuando hemos cobrado y después vivir durante el resto del mes con lo que nos ha quedado después de ahorrar.