En números anteriores de este boletín hemos hablado de la importancia de la inflación y de sus efectos sobre nuestro dinero.

Pero para comprender la importancia de este titular necesitamos hacer un repaso por dos hitos de la historia económica del siglo XX.

La gran depresión de 1.929

Fue a raíz de la misma, que los gobiernos vieron que podían reducir la duración de las crisis aumentando el gasto público.  La idea es que en un momento de crisis, con paro, deflación, etc, si aumentamos el gasto público, las empresas producirán más para satisfacer ese gasto. Y para producir necesitarán más trabajadores, como estos ganan dinero gastarán más y al final entraremos en un círculo virtuoso que hará que la crisis finalice antes. Es lo que se conoce como políticas Keynesianas y son las políticas por las que suelen apostar los partidos de izquierda.

La crisis del Petróleo de 1.973

Con la teoría de Keynes se consiguió mantener las crisis a raya hasta 1.973.

En aquel momento, las economías comenzaron a entrar en recesión, pero al revés que en ocasiones anteriores, seguía habiendo inflación. Es decir, a pesar de la crisis, los precios seguían subiendo.

La razón es que la crisis no se debía a que la gente hubiera pasado a consumir menos, como las anteriores, sino a que, de repente, los productos eran más caros de producir. Y como eran más caros de producir, subían los precios para que siguiera siendo rentables hacerlos y la gente podía comprar menos cosas, etc.

Y de repente nos encontramos con una crisis distinta a todas las que habíamos visto hasta entonces. En esta situación, aplicar políticas keynesianas solo habrían empeorado el efecto de la inflación.

Y la razón para que todo fuera más caro de producir era la subida del precio del petróleo que acordó la OPEP, en parte en respuesta a la  actuación de occidente en la guerra de Yom Kipur.

Los que tenemos una edad recordamos – yo al menos recuerdo en mi niñez– que las reuniones de la OPEP abrían los telediarios y tenían en vilo a EE.UU y a Europa.

Situación Actual

Y toda esta revisión para entender que una bajada importante del precio del petróleo puede tener efectos inversos a los que tuvo la subida de 1.973. Y para reflexionar que una buena parte de la bajada de precios actual se debe a la reducción del precio de la energía.

 

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Y que la deflación que tanto nos asustaba en marzo no es la misma que ésta, porque una cosa es una deflación debida a que la economía pierde fuelle y baja la actividad y otra es una inflación que se debe a que ahora producir lo mismo es más barato.

El tiempo nos dirá cual ha sido el efecto final sobre la economía, pero en mi opinión ésta –la debida a una reducción del coste energético– es hasta bienvenida y puede hasta ser un balón de oxígeno para la economía europea. Otra cosa distinta es que veremos lo que dura la alegría.

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