Artículo aparecido en Cinco Días que nos da pie para tratar un tema muy interesante y que nos puede afectar de manera profunda.

Recuerdo un tuit de Juan P. Tusquets –creo que de antes de verano– que rezaba algo así como ‘Las bolsas repuntan ante la expectativa de subida del precio del petróleo. El mundo al revés’.

El mundo al revés, porque está claro que si a las empresas les suben sus costes de producción –y la energía es uno de ellos– solo pueden hacer dos cosas.

La primera es reducir sus beneficios absorbiendo el sobre coste sin repercutirlo a los clientes. Es decir, seguir vendiendo al mismo precio. Y con ello reducirán sus beneficios.

La otra cosa que pueden hacer es subir los precios de venta para repercutir el coste a los clientes. Aunque por la ley de la oferta y la demanda, esa subida se traducirá en una bajada de ventas. Bajada mayor o menor en función de algo llamado ‘Elasticidad de la demanda’. Pero bajada al fin y al cabo. Con la consiguiente reducción de beneficios.

Lo que nos lleva a que la subida del precio del petróleo implica a priori una bajada de los beneficios de las empresas.

Y como veíamos aquí, si las empresas van a tener menos beneficios, al valorar los flujos de caja querremos pagar menos por sus acciones.

¿Y cómo es posible entonces que las bolsas repunten precisamente con la noticia de subida del precio del Petróleo? Ese mundo al revés al que se refería Juan Pablo.

Lo normal, es que en el mundo haya inflación. Es algo inherente a la naturaleza humana. Aunque solo sea por el afán de ganar cada año un poquito más, las empresas tienen la tendencia natural de incrementar sus precios. Y los empleados la de pedir aumentos de sueldo.

Visto así, lo difícil con la inflación es contenerla –pues su existencia está en la propia naturaleza del hombre– no provocarla. Y la situación en la que todos actuamos de un modo normal es cuando hay una ligera inflación.

La situación en la que estamos inmersos en los últimos tiempos es de riesgo de deflación. Y una situación de deflación, provoca dos efectos perversos claros.

El primero es que se puede producir un retraso en la decisión de compra de los consumidores. Es decir, que si alguien está pensando cambiar la lavadora por ejemplo, se espere a ver si baja de precio y así pagar algo menos por ella. Ello supondría una reducción de ventas y con ello de beneficios.

El segundo es que si una empresa está endeudada, la inflación hace que su deuda sea cada vez menor en términos reales. Es decir, la inflación es algo que me ayuda a pagar las deudas pues si yo debo 1.000 € y los precios suben, será como si debiera menos dinero.

Este último argumento, ha perdido algo de peso últimamente pues lo cierto es que la deuda de las empresas se ha reducido de manera muy significativa desde el inicio de la crisis.

Pero ¿Y a quien no tenga acciones cómo le afecta? Pues afecta a todo aquel que tenga una hipoteca o un préstamo porque sin inflación le costará más trabajo pagarla.

Y afecta a todos los trabajadores porque si las empresas no tienen beneficios, no invertirán y no se crearán más puestos de trabajo.

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