Las declaraciones de Stephen Hawking en ‘The Guardian’

Me encontraba con este artículo publicado por ‘The Guardian’ y en el que Stephen Hawking habla de ciertos peligros –ocupando la inteligencia artificial un lugar destacado entre ellos– que pueden acabar suponiendo el fin de la raza humana.

Y aunque predicciones sobre el fin del mundo se encuentran como las setas tras una semana de lluvias, cuando estas predicciones las realiza alguien de la talla de Stephen Hawking, pues te lleva a reflexionar sobre ello.

Principalmente por economizar esfuerzos. No sea que te desgañites ayudando a tus clientes a ahorrar y a tener una seguridad el día de mañana, para encontrarte con que no existe un mañana en el que utilizar ese dinero que has estado guardando y haciendo crecer con tanto esmero.

Así que durante estas Navidades he revisado la opinión de otros autores y he reflexionado sobre ello para, como mínimo, tener un criterio propio respecto de un tema que me pareció tan preocupante.

Redistribución de la riqueza

Nos dice Stephen Hawking en el artículo que la automatización conllevará una distribución cada vez más inequitativa de la riqueza, pues ésta pasará de las manos de aquellos que pierdan su empleo a las de los propietarios de los medios de producción.

Una redistribución de la riqueza que no es solo real, sino que además se hace más evidente que en tiempos pasados por el auge de los medios de comunicación y las redes sociales, lo que aumenta de manera profunda el malestar de la gente y el crecimiento de los populismos.

Uso de inteligencia artificial

Además, en esta ocasión, la automatización que se deriva de los avances tecnológicos que se están llevando a cabo supone un peligro no solo para aquellas tareas más repetitivas y monótonas sino que, con la llegada de la inteligencia artificial, esta automatización afectará también a las tareas más creativas que hasta ahora estaban reservadas a los humanos.

Así que por un lado tenemos una inteligencia artificial que nos ‘robará’ los puestos de trabajo y que podría llegar a rediseñarse a sí misma sin necesitar de intervención humana, y una humanidad cada vez más enojada con sus líderes en un momento en que además tenemos la tecnología necesaria para destruir el planeta. Visto así, la cosa no parece muy halagüeña.

Qué hemos aprendido del pasado

No es la primera vez que la humanidad se enfrenta a un cambio tecnológico que parece amenazar los puestos de trabajo por el incremento de productividad. Recordemos como con la primera revolución industrial, la utilización de la nueva maquinaria en la producción hizo temer por el empleo, aunque es cierto que limitado en aquel momento a los trabajos de línea de fabricación. Que por otro lado eran la mayoría.

Más adelante, en los años ochenta, vino la revolución de la informática. Esta vez, los que se vieron amenazados fueron los puestos del sector servicios. Tan solo hay que recordar la cantidad de empleados que tenía cualquier oficina bancaria para gestionar un número de operaciones claramente inferior a las que hoy atienden entre dos o tres empleados.

Pensemos que hay estudios como el de Frey and Osborne de 2013 –The future of Employment: How susceptible are Jobs to Computerization?– que concluye que en Estados Unidos, un 47% de los empleos podrían ser realizados por ordenadores y algoritmos dentro de los próximos diez o veinte años. Y sin embargo otros estudios, como el de Arntz, Gregory y Zierahn de 2016–The risk of Automation for Jobs in OECD Countries– reducen ese impacto a un 9% cuando lo que analizas no es la automatización de puestos de trabajo sino la de tareas concretas. Pues la mayoría de trabajos tiene tareas automatizables y otras que no lo son tanto.

Del paro al ocio

Ante la pregunta de si una situación de cambio tecnológico como la mencionada anteriormente puede suponer un incremento del nivel de paro de una sociedad, me vino a la memoria un libro de Luis Racionero titulado ‘Del paro al Ocio’ que leí hace algo más de veinte años.

En él, Racionero –al revés de lo que dice Stephen Hawking– defiende que una situación de avance tecnológico como la actual no debería llevar a una reducción de la tasa de empleo de la población, sino que ese exceso de mano de obra se podría redistribuir aumentando el tiempo que cada uno de nosotros dedicamos al ocio.

En otras palabras, lo que nos dice es que si para producir los mismos bienes y servicios necesitamos la mitad horas de trabajo, podemos ajustarnos reduciendo a la mitad el tiempo que cada trabajador dedica a su faena. Y esto es interesante porque en el equilibrio, los trabajadores podrían llegar a mantener su nivel salarial trabajando mucho menos. Y si lo pensamos bien, eso es lo que ha pasado desde la revolución industrial. Que necesitamos trabajar muchas menos horas para conseguir las mismas cosas.

Es decir, que lo que reduces es el tiempo de trabajo necesario en cada uno de los empleos. Y los que tenemos una edad recordamos que hace años, la semana de trabajo era de lunes a sábado. Quizás los tiros podrían ir por ahí.

Además, una economía no puede reducir a la mitad el número de empleos y seguir funcionando. Aunque solo sea de manera intuitiva, está claro que la renta de una economía –básicamente salarios más rentas del capital– debería ser suficiente como para comprar todos los bienes y servicios que se han producido en esa economía.

Dicho de otra forma, lo que se produce se produce para que alguien lo compre y ese alguien ha de estar trabajando o cobrando algún tipo de prestación para poder comprar. Lo que nos lleva a que la economía se ajusta.

Pensemos que no necesariamente son los países más avanzados –‘automatizados’ en la jerga que estamos utilizando– los que tienen una tasa de paro más alta, por lo que muchas veces los culpables del paro los hemos de buscar en otros sitios.

Y desde luego no en la inmigración. Recuerdo la afirmación del expresidente Obama en el sentido qué, puestos a preocuparse por los puestos de trabajo en Estados Unidos, se destruirían más empleos por culpa de la automatización que por culpa de la inmigración. Y vemos como tampoco son los países con más inmigrantes los que tienen más paro.

Desempleo, total (% de la población activa total) (estimación modelado OIT)

Desempleo, total (% de la población activa total) (estimación modelado OIT) Fuente: Banco Mundial

El miedo a lo desconocido

En fin, que quizás no la automatización no sea tan problemática para el mantenimiento de los puestos de trabajo –quizás trabajando menos horas en cada empleo– y la capacidad de ganarnos la vida.Hay otro aspecto a tener en cuenta y al que quizás se le ha dado menos importancia. Se trata de la capacidad que puede tener la inteligencia artificial de rediseñarse a sí misma y entonces dejar de necesitar a los humanos. Claro, esto nos evoca películas de ciencia ficción en las que las máquinas acaban tomando el control en el momento en que se vuelven ‘inteligentes’. Pero pensar que una máquina querrá controlar el mundo si adquiere la suficiente inteligencia implica dotarla de unas emociones que están más allá de la capacidad de resolver algoritmos. Y ello es porque cuando pensamos en un ser inteligente, le proyectamos no solo muchas de nuestras capacidades sino también nuestros miedos y deseos. La necesidad de controlarnos, no les vendrá a las máquinas por ser cada vez más inteligentes, sino que le les aparecerá en el momento en que adquieran emociones.

Y primero no está tan claro que eso vaya a ser así y segundo es uno de los reductos que le podrían quedar a la actividad humana. Aquellos trabajos en los que se requiere un componente emocional para gestionar la tarea así como las cosas creadas de manera artesana, que acaban teniendo un valor por el simple hecho de haberse producido sin máquinas.

Conclusiones

De todas formas, a mí en realidad casi lo que me da más miedo es que con la automatización, al ser más eficientes seremos capaces de producir cada vez más cosas, con la utilización de recursos que ello conlleva. Y no tengo del todo claro que el planeta puede aguantar una sobreexplotación más allá de los límites actuales.

En todo caso, esperemos que a Stephen Hawking se le dé peor la inteligencia artificial de lo que lo que se le dan los agujeros negros. Porque estos últimos sí que están ahí.

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