Artículo original con el título ‘La verdad sobre las preferentes’, publicado en el número 410 de la revista ‘Siembra‘ en Octubre de 2016 en la sección ‘El rincón de los dineros’.
A nadie se le ocurre pensar que la aspirina sea un producto peligroso. ¡Con la de dolores de cabeza que nos ahorra y la tranquilidad con que la tomamos! Sin embargo, para una persona con problemas de coagulación, puede ser mortal de necesidad. Aunque solo se tome una.
O una miga de pan. ¿Alguien puede pensar en el peligro que conlleva una simple miga de pan? De ese pan blanco tan jugoso y tierno que tenemos en Manzanares. Pues evidentemente que no. A menos que seas celíaco. Y según el grado de celiaquía que tengas, también puede ser algo muy peligroso.
O al revés. Porque si te digo que tengo nitroglicerina en casa pensarás que estoy loco por tener una sustancia tan peligrosa en mi domicilio. A menos que tenga riesgo de sufrir un infarto de miocardio. En cuyo caso está indicado que, llegado el caso, disuelva una pastilla de nitroglicerina debajo de la lengua. Y precisamente eso es lo que me puede salvar la vida.
Al final resulta que los productos no se dividen entre peligrosos y no peligrosos, sino que se dividen entre adecuados y no adecuados para una persona en concreto y a una determinada dosis.
Como dice un amigo mío, farmacéutico, todo en esta vida es cuestión de dosis. Y pone un ejemplo muy claro. Si bebes quince litros de agua del tirón, lo más seguro es que no lo cuentes. Y es solo agua.
¿Y qué tiene esto que ver con la economía, los productos financieros, la banca, las preferentes, etc? Pues mucho. Muchísimo más de lo que parece a simple vista.
Porque hay productos que están demonizados a pesar de cumplir su labor y estar indicados bajo ciertas circunstancias. Por ejemplo las participaciones preferentes. Si se las mientas a alguien parece que estés hablando de un bocadillo de cicuta. Y no es eso. Porque es un producto que tiene sus ventajas cuando se utiliza correctamente.
Recuerdo un cliente que vino a verme porque quería comprar acciones de un gran banco. Pongamos el Santander, por ejemplo.
Mi cliente estaba seguro que esas acciones subirían y lo único que le molestaba era que no podía controlar el dividendo que iba a cobrar cada año. Eso no le gustaba nada. Él habría preferido saber de antemano cuanto sería.
Así que le dije. ¿Y por qué no compras unas preferentes del Santander? Es exactamente lo que necesitas. Y él me contestó que no. ¿Cómo iba a hacer eso? Si las preferentes son lo peor de lo peor.
Y como eso no era cierto, pasamos a revisar las características principales de éstas y a compararlas con la compra de acciones que él quería realizar.
Vencimiento
Y empezamos por la primera de todas. Las preferentes eran ‘eternas’ como había escuchado en algún medio. No tenían fecha de vencimiento por lo que cuando entrabas, tenías que esperar a encontrar un comprador para quitártelas de encima.
Claro que las acciones también. Si compras acciones de una empresa, sólo te las puedes quitar de encima liquidando la empresa o vendiéndolas a otros. La gran diferencia aquí es que las preferentes no cotizan en bolsa y entonces es más difícil encontrar quien te las compre. Sobre todo cuando hay preocupación y bajan.
Rentabilidad
Esa emisión de preferentes en concreto, tenía una rentabilidad asegurada del 7% siempre que la entidad tuviera beneficios. Al final, sin beneficio tampoco se suele repartir dividendo, y esto era exactamente lo que mi cliente quería. Cobrar dividendos si la empresa tenía beneficios y saber a cuanto iban a ascender.
Seguridad para el accionista (preferentista)
En caso de que la sociedad se hunda y haya que liquidarla, los accionistas se quedan con lo que sobre después de pagar a todos los acreedores. Pero dentro de los accionistas –y en este caso a los preferentistas se les considera como tales– los poseedores de preferente cobran antes que el resto de accionistas. Y por eso se llaman preferentes. Así que puede pasar que los accionistas no cobren nada tras la liquidación, pero los preferentistas si.
En resumen
Que si. Que las preferentes tienen muy mala fama. Que hay mucha gente que ha sufrido por su culpa. Pero que también tienen su misión y tienen sus ventajas. Si lo que tienes pensado es comprar renta variable –bolsa–, quizás te puedan ayudar.
El problema viene cuando tú no quieres renta variable sino que quieres tranquilidad absoluta y el director de tu banco se descuelga ofreciéndote un depósito ‘preferente’.